TODO ESTÁ EN LA MENTE
Es el factor emocional de los
aromas y sabores el que explica por qué las personas que se van a vivir a otra cultura
siguen aferrados a los sabores de la suya inclusive después de que adoptaron
nuevos idiomas y religiones. La comida es capaz de amarrar una cultura
inclusive más allá de mares y fronteras. Los sabores, están hondamente adheridos
a la condición humana. Todos tenemos que comer todos los días y muchos buscamos
comidas de un mejor sabor. En una
encuesta, los entrevistados calificaron el placer de una buena comida inclusive
más alto que hacer deporte, tener hobbies, leer o el entretenimiento del cine.
Solamente tener sexo, tener un día libre o estar con la familia fueron
calificados más altos que comer algo bueno. Cuando se les preguntó porque
disfrutaban tanto de una buena comida, la gran mayoría contestó que por el
sabor.
Para muchos, cocinar es una
experiencia creativa y satisfactoria. Leemos libros, vemos programas de
televisión, consultamos el internet buscando nuevas recetas que aumenten
nuestro repertorio. Sin embargo, el secreto no está en tener más recetas sino
mejores sabores. Afrontamos los sabores de una manera inapetente. Hacemos lo
que dice la receta, la seguimos como las instrucciones de un juguete y le
hacemos caso a nuestra intuición (que no es malo). Sin embargo, carecemos de
ese entendimiento sobre los sabores, lo que nos podría ampliar y mejorar nuestra
cocina para obtener mejores resultados y así vivir una experiencia más sabrosa
y apetitosa. Luego veremos cómo podremos lograr esto.
La mayoría de los sabores que
experimentamos, son resultado de sus propios aromas y no del sabor. Es más, los
sabores están llenos de dimensiones y todos nuestros sentidos contribuyen a la
creación de lo que percibimos como sabor. Los sabores, son la suma de todas las
sensaciones que obtenemos cuando nos metemos alimentos a nuestra boca. El
tamaño del plato donde está servida la comida, el color del plato, la música en
el ambiente, la temperatura de la comida y su textura, entre otros, pueden
afectar la percepción de un sabor. Una
vez un chef famoso, me dijo que cada individuo vive su propio universo de
sabores y que éstos están influenciados por nuestra genética, experiencias de
crianza, educación y otros factores.
No deja de sorprenderme que cada
vez que salimos de nuestra tierra, vivimos en un constante anhelo por nuestra
cama y comida. Existe un viejo dicho que dice: “El patriotismo es la nostalgia
que uno siente por la comida de su patria”.
Esto es la lealtad que tenemos hacia nuestra tierra y los sabores con
los que fuimos criados. Por mucho que disfrutemos la comida de una tierra
ajena, siempre añoramos nuestra comida y los recuerdos con los que crecimos.
Muchos desconocemos que los sabores (no el gusto) son el resultado de los aromas
que detectamos cuando espiramos con comida en nuestra boca. Creamos imágenes de
aromas en nuestro cerebro lo que constituye la base para la percepción de los
sabores. Estas imágenes llamadas aromas retronasales determinan el placer que
derivamos cuando comemos. Los aromas retronasales son importantísimos en
nuestras vidas. Muchos consideran que el sentido del olfato es de poca
importancia. Nos encantan los olores placenteros de los perfumes, de una flor,
de un mango maduro y despreciamos los olores ofensivos de nuestro cuerpo, de un
baño o de la polución. Que un aroma sea bueno o maluco es el alcance diminuto
que le damos a los olores.
Comparado con los sentidos de la
vista y el oído, el sentido del olfato lo consideramos una migaja. Si nos pusieran
a escoger entre los sentidos, estoy seguro de que el olfato sería el último que
seleccionaríamos. Al fin y al cabo, la visión y la audición son esenciales para
una vida normal y para el desarrollo del lenguaje. Si bien, el olfato es un
sentido poderoso y lleno de sorpresas, lo minimizamos. La investigación en
muchos campos de la ciencia demuestra que el olfato está asociado a los sabores
y que éstos comprometen una gran parte del cerebro humano.
Según investigaciones, el olfato
podría revelarnos muchos de los secretos de nuestro cuerpo. Uno de estos
misterios, es cómo el cerebro utiliza los aromas para crear sabores. El
reconocimiento de como los aromas contribuyen a la formación de sabores no es
nuevo. El abogado francés de nombre muy largo, Jean Anthelme Brillat-Savarin en
su tratado Fisiología del gusto, publicado en 1825, en una forma anecdótica,
nos demuestra como los procesos psicológicos y fisiológicos contribuyen a la
percepción del sabor. Brillat-Savarin, a
su vez fue quien dijo: “Dime que comes y te diré como eres”. El nutricionista y
locutor de radio americano Victor Lindlahr, tomó esa frase y en 1920 la asoció
con las comidas “chatarra”. Lindlahr dijo que, “el 90% de las enfermedades
conocidas por el hombre son causadas por la comida chatarra”, “uno es lo que
come” (mi traducción). Para los que nos
gusta la astronomía y la buena comida Brillat-Savarin dijo que “El
descubrimiento de un nuevo plato le aporta más felicidad a la humanidad que el
descubrimiento de una nueva estrella” (mi traducción).
El filósofo y crítico musical
americano Henry T. Finck, en su ensayo El valor gastronómico de los aromas publicado
en 1886, describe como las moléculas volátiles (aromas) de la comida que
ingerimos, son empujadas por la respiración detrás de nuestra garganta y como
la exhalación las lleva a las cavidades nasales. El papel del olfato retronasal
fue por fin tomado en serio en 1982 por el sicólogo americano Paul Rozin. En su artículo Rozin, escribe que es
necesario reconocer que el olfato no es un solo sentido, sino un sentido
binario que incluye el olfato orto nasal (tomar aire) y el retronasal (expulsar
aire). Rozin, comprobó que los mismos aromas se sienten diferentes dependiendo
de cuál olfato se está usando.
El olfato orto nasal, es el que
está en el medio ambiente. Es ese el que nos estimula cuando sentimos olores
placenteros y no tan placenteros. Nos advierte de los peligros del ambiente,
nos junta con otras personas y también nos hace rechazar otras. Es el tipo de
olfato que más reconocemos y en el único en que pensamos. En contraste, el
olfato retronasal, sale de adentro de la boca. Es el único sentido que emerge
desde adentro de nuestro cuerpo y por esto estimula otros sentidos dentro de
nuestras bocas. Como la comida está, precisamente, dentro de la boca, el olfato
retronasal hace mover la lengua, los músculos de la quijada y mejillas. Al
masticar se liberan las moléculas volátiles de la comida que hacen que nuestros
receptores de aromas se estimulen y manden mensajes al cerebro. Aquí, comienza
la creación del espejismo de los sabores. Digo espejismo, porque esto es lo que
son los sabores. Los aromas son sabores desmembrados sin ninguna substancia.
Prácticamente todo lo que necesitamos para sostener nuestras vidas nos entra
por boca y nariz. Estos son los portales de la vida y están diseñados para
filtrar la entrada de substancias benéficas y dañinas. Por dicha razón, estas
entradas están vigiladas por un gran número de sensores. Durante nuestra
evolución, estos sensores se desarrollaron para dejar entrar las substancias
necesarias y para rechazar aquellas que nos hacen mal. Los sensores, envían al
cerebro mensajes en forma de impulsos eléctricos y reacciones químicas de los sabores,
los aromas y texturas. Estos impulsos y reacciones se articulan con mensajes
visuales y auditivos para dejar entrar a nuestros cuerpos substancias beneficiosas
y rechazar las nocivas.
Los sabores son complicados y
multidimensionales, se originan principalmente por la identificación de
substancias por parte de las papilas gustativas (receptores) en nuestra boca,
por la percepción de substancias aromáticas en la nariz, por la sensación
táctil de la comida también en la boca (textura) y por los efectos químicos
producidos por la comida en las membranas mucosas y en la piel, a esto último
se le llama quimioestecia. Todas estas sensaciones, se incrustan en el sistema
nervioso y al igual que el sistema motor, está conectado tanto al cerebro como
al tallo encefálico. La información es de doble vía. Se mandan al cerebro
impresiones sensoriales y éste devuelve señales que hacen mover músculos y
órganos; lengua, boca, quijada y sistema digestivo. La comunicación es de alto nivel e involucra
los nervios craneales (12 pares). La función de cada nervio es transmitir información
sensitiva o motora entre el cuerpo y el cerebro. Los nervios craneales están
conectados a la lengua, ojos, nariz, oídos, dientes, corazón y pulmones entre
otros. El nervio olfatorio y otros más
están íntimamente involucrados con las sensaciones de sabor. El olfato, está
directamente conectado con nuestro cerebro siendo éste la parte más importante
de nuestro sistema nervioso central. Las sensaciones de sabor y textura en la
boca llegan al cerebro que es también donde se controlan los latidos del
corazón y la respiración. ¿Será por esto por lo que a veces sentimos un placer
inmenso cuando olemos o comemos algo que nos gusta mucho?
El aroma
es el componente más importante del sabor. Los aromas en la comida se perciben
de dos maneras como dijimos anteriormente, de modo orto nasal y retro nasal.
Los olores del medio ambiente son los que percibimos de manera orto nasal. La forma retro nasal, ocurre cuando
masticamos la comida y se liberan dentro de nuestra boca, aromas (moléculas
volátiles) que de alguna forma llegan a la nasofaringe (parte de atrás de la
nariz) donde son detectadas por cientos de diferentes receptores olfativos que,
a su vez, mandan impulsos eléctricos al cerebro. Una pequeña porción de los
impulsos es enviada también al sistema límbico que es el centro neurálgico de
la memoria y de los sentimientos (el rinconcito). Este sistema es también responsable
de las decisiones tomadas en cuanto a recompensas y castigos. Ese encuentro de los
receptores con las moléculas volátiles de la comida es el inicio de la
percepción de los aromas y los sabores.
El genoma humano le dedica alrededor de un 2% de sus genes al sentido
del olfato. El olfato está fuertemente ligado al subconsciente y es vital para
nuestra supervivencia. Los humanos podemos detectar posiblemente hasta un
trillón de olores y nuestro cerebro es capaz de formar una imagen un aroma tal
como es capaz de formar una imagen visual. Estas imágenes aromáticas explican por
qué algunos olores nos traen recuerdos. Sartre dijo que los olores son el
espíritu del cuerpo de donde salieron. Y un recuerdo es eso, un espíritu.
Maravilloso Jorge!!! Te felicito.
ResponderBorrarJorge muchas gracias. Me encantó este tema de los sabores.
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