ME ACUERDO DE TU AREPA
ME ACUERDO DE
TU AREPA
Quién no ha tenido un recuerdo producido por el aroma y sabor de una comida? Para mí el sabor y olor de una arepa de mote me lleva a la finca de mi abuela. El olor, me transporta por los años y me acuerda de las vacaciones que pasaba con mis primos, me acuerda del frío, de la cocina de la casa, del olor a leña, del pedazo de quesito con sabor a yerba.
Siempre me ha llamado la
atención que algo tan impalpable como un aroma o sabor sea capaz de transportarme en el tiempo
y a un lugar específico. Por esta razón, me puse a investigar que ocurre en nuestro
cuerpo y mente cuando son estimulados por aromas y sabores.
Ocurre pues, que la sicología
le tiene un nombre a esta situación placentera. Se llama el Efecto Proust y
este nombre se le debe a Marcel Proust, novelista francés que en su famoso
libro EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO tuvo un encuentro con su pasado al describir
detalladamente como el olor de una
magdalena (galleta dulce en forma de concha) mojada en té le hizo volver de
manera espontánea a su infancia. Marcel escribió “Cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo,
cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas,
solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales,
más, persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho
más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas de todo, y soportan
sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo.”
(Proust, 2009, pp. 89-90).
Como es posible que un aroma evoque tan vívidamente un recuerdo de nuestro pasado? Los olores tienen la poderosa habilidad de trasladarnos a un momento concreto de nuestras vidas y además de devolvernos las emociones que vivimos en ese preciso instante de nuestro pasado. Esta cualidad, se debe a que el olfato es el único de los sentidos que conecta con las estructuras neuronales que soportan las emociones y la memoria. Los olores rescatan los recuerdos más emotivos, los más remotos y detallados que cualquier otra experiencia sensorial. Algunos aromas despiertan de modo inmediato experiencias y recuerdos archivados en nuestra memoria. Estos recuerdos surgen sin esfuerzo lo que nos indica que los olores fomentan una restauración fácil e inmediata de una experiencia precisa.
Aunque el efecto Proust se refiere más que nada a experiencias placenteras y olfativas, también existe un efecto en sicología para experiencias negativas que tienen que ver con los sentidos del gusto y olfato. Este efecto se llama el Efecto García y su descubrimiento se le debe al sicólogo norteamericano John García. El Sr. García describió que existe un reflejo condicionado de rechazo de determinados sabores y olores de alimentos. Esto ocurre cuando un animal asocia el sabor de cierto alimento con síntomas causados por una substancia tóxica o podrida. Generalmente, esta aversión, se desarrolla después de ingerir un alimento que nos causa nausea y vómito. La habilidad a desarrollar la aversión al gusto es una reacción adquirida a algunos olores y sabores a los que una persona fue expuesta antes de enfermarse. Es un mecanismo de sobrevivencia de los humanos y animales. El Efecto García nos demuestra que la evolución ha creado una fuerte relación entre las enfermedades y los alimentos y tilda de sospechosa la comida que se haya ingerido momentos antes de que el individuo se sienta mal. La aparición de síntomas de dolor, activa una sospecha que mientras no se demuestre lo contrario, los males provienen de algo que no debimos haber comido.
Es muy probable
que alguno de nosotros haya sufrido el Efecto García. No importa cuál sea la
comida, si nos enfermamos poco después de ingerirla es muy probable que
tengamos conflictos. El Efecto García puede durar por mucho tiempo y también
puede trasladarse a sabores y olores similares de aquel alimento que nos
enfermó. Al Efecto García también se le llama el síndrome de la salsa Bearnaise
descrito por Martin Seligman después que una salsa Bearnaise que comió le causó
náuseas y vómito.
La comida no es solamente alimento para mantener la vida, los sabores y olores de la comida que ingerimos son poderosos pasajes que nos envían a un pasado agradable o desagradable. En los dos casos la comida es alimento para el alma.
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